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Ya lo dijeron los Beatles: «Al final, el amor que recibís es igual al amor que das». Expresado de distintas formas, el amor fue siempre un gran nutriente compositivo para los músicos. Sus parejas fueron musas inspiradoras a lo largo de sus carreras a la hora de sentarse a escribir una canción. Pensemos, si no, en John y Yoko, en Paul y Linda, en Charly y María Rosa Yorio.

En los orígenes del rock argentino, la temática amorosa caló hondo con Almendra y «Muchacha (ojos de papel)». Luis Alberto Spinetta se la dedicó a Cristina Bustamente, su primera novia, en plena adolescencia. Fue la misma destinaria que «Blues de Cris», ya en Pescado Rabioso, su grupo siguiente. Se la había presentado su compañero Emilio Del Guercio, que vivía en el mismo edificio que ella. La historia, como bien dice el tema («sus ojos al final olvidaré») no tuvo final feliz.

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El gran amor de Charly García fue María Rosa Yorio . A ella le escribió los temás más famosos de Sui Generis («Necesito», «Quizás por qué», «Pequeñas delicias de la vida conyugal») y hasta compartieron banda en 1976, cuando formaron PorSuiGieco, junto a Raúl Porchetto y León Gieco . La historia se prolongó durante los primeros años de Serú Girán , y así nacieron «Seminare» y «Eiti leda», del primer disco del grupo, hasta que se separaron y el cantante se puso a salir con la brasileña María Zoca Pederneides.

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En 1997, Andrés Calamaro sonaba en todas las radios con «Flaca», hitazo de su disco Alta Suciedad. Estaba dedicado a su pareja de aquel entonces, Mónica García, con quien se casó en secreto en 1992, en España, durante la época de Los Rodríguez. Tiene tatuado su nombre en el antebrazo y, con los años, se convirtió en su manager.

Gustavo Cerati conoció a Cecilia Amenábar en 1988, durante una gira de Soda Stereo por Chile, y fue un flechazo inmediato. «No necesito verte (para saberlo)» fue la primera canción que le compuso, pero la más significativa fue «Te llevo para que me lleves», de su disco solista Amor Amarillo. En el videoclip a ella se la veía embarazada de Benito. «De Gustavo me marcó su gran capacidad de creación y de perseguir por muchas horas un sonido determinado», le contó a La Viola.

Lo de Fito Páez es aún más grande: todo su disco El amor después del amor está inspirado en Cecilia Roth, su gran amor en los años ’90, a quien conoció en una fiesta de disfraces, en José Ignacio. La canción más explícita fue «Un vestido y un amor», donde quedó registrado eso de «yo no buscaba a nadie y te vi», aunque, según contó el rosarino, nunca hubo margaritas sobre ningún mantel. ¡Oh!

 

Con Información de TN

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