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A 25 años de su enigmática desaparición, aún se preguntan qué pasó aquella nefasta noche que literalmente se borró del planeta. La increíble historia de la que nadie, ni los locos, se atreven a hablar en voz alta.

Por Cecilia Di Lodovico, investigación especial

El otoño oscureció los frondosos árboles que daban la bienvenida al lúgubre escenario y la humedad nocturna desató una niebla temible sobre los pabellones de la Colonia. Lejos, muy lejos del resto de los mortales, los “expulsados” fueron depositados fuera de la vista del buen gusto y las buenas costumbres.

Como todas las noches, esa noche, algunos pacientes deambularon por los caminos de tierra como zombis desorientados. Entre ellos, la doctora caminó desde el pabellón siete, rumbo a la Casa Médica; hubo quien la divisó en su breve recorrida y hasta quien habló con ella, pero, inevitablemente, se perdió en la penumbra y nadie volvió a saber de su paradero. Sencillamente, se esfumó.

Sucedió 25 años atrás, un 16 de junio de 1985, pero la postal se congela en un tiempo que se confunde porque, desde entonces, Montes de Oca –ubicada en Torres, Luján- está atada a un pasado eterno y a una condena que pesa sobre el neuropsiquiátrico, sobre sus pacientes y trabajadores.

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Cecilia Enriqueta Giubileo (39) desapareció súbitamente y nunca se encontró su cadáver o se supo con certeza si su destino fue la muerte. Sólo se sabe que nunca llegó a su destino: en la casa médica se encontraron sus pertenencias y su Renault 6 continuó estacionado en el mismo lugar en que su dueña lo había dejado.

Tanto misterio y tantas preguntas sin respuestas dispararon las más disparatadas hipótesis que, sin embargo, dieron luz a las atrocidades que se cometían en ese pueblo de locos. Y, si bien nada se pudo demostrar en cuanto al supuesto tráfico de órganos, sangre y córneas, el director de ese entonces, Florencio Elías Sánchez, resultó detenido por mal desempeño de su función y murió en la cárcel. Tuvo tiempo de escribir sus memorias, “El desnudo de la inocencia”, un libro al que le dedicó un capítulo entero al caso Giubileo.

El mito dice que se suicidó, pero su deceso habría sido fruto de una afección pulmonar. Hasta el último aliento, reclamó su inocencia.

En ese entonces, el diputado porteño Marcelo Parrilli, buceó en la causa tratando de hallar la solución al enigma. No lo logró y aún se siente frustrado: “No entendí nunca porque la familia no quiso seguir investigando”, dice defraudado y critica la investigación: “La principal desventaja fue que la denuncia se hizo cuatro días más tarde y hubo algunas fallas en la causa, por ejemplo, nunca se vació la ciénaga”, reveló a 24CON. El letrado se refiere a un espejo de agua que formaba parte del paisaje de la colonia y al que todos apuntaban puesto que se trataba de un lugar obvio donde ocultar un cadáver. “Buscaron de forma superficial, pero no la drenaron porque no había fondos para hacerlo”, remarcó el abogado. Lo mismo sucedió con el hallazgo de restos fósiles en 1995, en Colón. Dijeron que el esqueleto coincidía con las características físicas de Giubileo, pero no pudieron someterlo a las pericias por ausencia de presupuesto.

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Sin embargo, Parrilli desacreditó  las versiones periodistas de la época: “La mayoría de las cosas que se dijeron fueron inventadas por la prensa para mantener el caso en el candelero, no existieron. Los hechos verídicos están todos en el expediente” que, dicho sea de paso, fue archivado en 2000 sin ningún resultado óptimo. Todavía duerme en el Juzgado N° 2 de Mercedes y parece poco probable que alguien pueda despertarlo de su letargo. 

Una familia extraña

La cabeza se desprendió  del resto del cuerpo putrefacto y rodó hasta los pies de los oficiales de policía. El espantoso fin de la macabra medida era encontrar en alguna tumba de la zona vestigios de la mujer desaparecida. Cinco sepulcros fueron invadidos: el descanso de Ángel Guillén, Andrés Fernando López, Roberto Pace, Abel Silvio Velázquez y Mónica Ruiz fue drásticamente interrumpido por los pesquisas que buscaron sin éxito rastros de la doctora en ataúdes enterrados, tal vez pensando en la tendencia de la dictadora militar de esconder los cuerpos de sus víctimas en cementerios bajo la denominación de NN u otro nombre.

Sucede que Giubileo había sido una ferviente militante de izquierda en la Universidad de Córdoba, incluso, participó del “Cordobazo”. En las filas de la política, conoció a Pablo Chabrol, con quien se casó en 1972. Los novios decidieron probar suerte en España, pero no resultó y la doctora volvió al país para terminar sus estudios.

Su madre, María Lanzetti, era ultra católica y, según Parrili, padecía de algunos delirios místicos que había heredado, en menor medida, su única hija mujer. “Ella era una persona solidaria y tímida. Quería ayudar a los demás, pero no tenía el perfil de “subversiva””, detalló el diputado.

A Parrilli tampoco le “cierran” las hipótesis porque nada se pudo comprobar por lo que parece inclinarse hacia los rasgos místicos de Giubileo: “Tal vez, desapareció voluntariamente para unirse a alguna religión o secta, respondiendo a sus impulsos”.

Sus hermanos, uno seminarista y el otro dedicado a un campo en Luján, como así también su madre, viuda de un policía, no se entusiasmaron con la búsqueda y dejaron todo como estaba, una reacción que le provocó desconcierto y rechazo a Parrilli.

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“La encontramos”

Cuando la pala pegó sobre una caja de plomo, envuelto en concreto y ladrillos, todos en Montes de Oca se quedaron atónitos. “Encontramos a Giubileo”, pensaron al unísono pero en silencio autoridades, empleados y pacientes a los pies del monolito que marca el punto donde los fundadores de la colonia colocaron la piedra fundamental hace más de 100 años. Corría octubre de 2008 y el fantasma de la mujer desaparecida continuaba firme. Lo cierto es que, en medio de tareas para trasladar el monolito, se toparon con una “cápsula del tiempo” que Domingo Cabred, ideólogo del sistema de hospitales como Montes de Oca y Open Door, había enterrado con objetos de ese tiempo (noviembre de 1908) para ser descubierto en el centenario.

Jorge Rossetto, actual director del nosocomio, reveló la anécdota a 24CON entre risas. “¡Nos pegamos un susto!”, confesó. 

Ya no es lo que era

A partir del año 20, las nobles intenciones de Cabred se derrumbaron en el hospital quedó olvidado: edificios derruidos, la falta de personal y la superpoblación de pacientes hicieron de Montes de Oca un verdadero escenario para un cuento de terror. Tras años de abandono y desidia, el caso Giubileo trajo luz al lugar y fueron denunciados hechos aberrantes que, sin embargo, continuaron ocurriendo, pero en menor medida.

Y, aunque mucho no se note, algunas cosas cambiaron en el “loquero” de Torres: “Ya no hay superpoblación y son varios los pacientes que son externados. Hoy no ves gente comiendo de la basura o paseando desnuda como antes”, explica Rossetto que mandó a pintar los apagados pabellones con vivos colores. Además, hace unos meses dejó de existir la más terrorífica habitación de Montes de Oca, donde 60 pacientes permanecían encerrados sin ropa y sin ningún tipo de higiene personal. “Había materia fecal en el techo”, relata un empleado del lugar como anécdota bestial.

Otras cosas también cambiaron: La casa médica, a la que se dirigía Giubileo antes de su desaparición, ya no está destinada al descanso de los profesionales del lugar, sino que en ella reside de forma permanente Bety Ehlinger, amiga personal de Giubileo y quien se encargo de hacer la inquietante denuncia por la desaparición. Por otro lado, la enfermera Mabel Tenca, también amiga, tal vez más íntima de la doctora, ya no frecuenta el hospital y descansa en su casa de Luján.

Por otro lado, la ciénaga en la que se pensó que habrían tirado el cuerpo de la cordobesa ya no existe. El sol la secó totalmente.

El altísimo tanque de agua que solía proveer del líquido vital a los habitantes de la colonia no pudo escapar al abandono. El uso de cisternas lo reemplazaron. Testigo mudo de la suerte de Giubileo, también fue protagonista del caso cuando, en medio de un gran revuelo, los investigadores encontraron un cadáver flotando en su interior. Una vez más, todos pensaron que el misterio había llegado a su fin. Pero se trataba de un gato muerto. 

 

Los números de Montes de Oca

234 hectáreas

11 pabellones (10 de alojamiento)

705 camas (5 más en unidades residenciales)

780 pacientes

800 empleados

2000 habitantes en Torres, pueblo que vive por la existencia de la colonia.

Fuente: 24con.com

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