conejoaliciaenelpais

Mientras espero escribo. Tengo tiempo, Hoy tengo algo más de tiempo que ayer y por eso me puedo sentar a escribir esto. Si bien no me gusta mucho esperar en estos lugares tan impersonales, no tengo opción, tengo que esperar. Tengo que lograr que el tiempo pase rápido. Que en realidad ya se que no va a pasar más rápido de lo que pasa. La cuestión, creo, es que no se note. Por suerte tengo mi libreta y mi lapicera esta vez. Vamos a ver si bastan para cumplir con mi objetivo, que no tengo muy en claro si es no perder tiempo, creer que éste pasa más rápido, no darme cuenta que pasa el tiempo, aprovechar el tiempo…quizás todas estas son diferentes formas de nombrar lo mismo. Quizás. Lo cierto es que tengo un par de horas guardadas en el reloj y debo consumirlas hasta que llegue ella.
Desde enero no nos veíamos, ya pasó mucho desde aquel día. ¡¡Casi diez meses!! Un montón de tiempo. Tiempo en el cual seguramente le pasaron cosas, como a todos. Pero ahí estábamos los dos, viviendo, sobreviviendo, disfrutando, padeciendo el paso del tiempo. Un tiempo que es el mismo para los dos. Pero que cada uno vive de forma diferente.
En lo particular, estos meses, la recordé algunos días. Recordé esas tardes en el club, esos veranos, esas salidas los sábados a la noche con los chicos. Todos esos momentos estaban estancados en imágenes, fotos que guardábamos con el afán de congelar ese momento, ese tiempo, o al menos creíamos que con la foto podíamos hacerlo. ¡Las fotos! Otro artilugio creado por el hombre para intentar detener el tiempo. Igualmente las imágenes que repasaba en papel se multiplicaban en mi cabeza y funcionaban como disparador para acordarme de muchos otros instantes, personas y lugares transitados juntos. Todo eso iba conformando ese pasado común que de alguna manera contribuyo a este presente. A esta espera. A este tiempo de espera. A estas palabras que de algún modo también intentar perpetuar un instante, un momento de este tiempo. El momento en que la espero.
Frente a mi pasa una chica de unos treinta y cinco años con un cochecito y un nene caminando junto a ella agarrado del vehiculo del hermano. El niño al pasar por el puesto que vende globos se detiene atraído por uno del dinosaurio color violeta que casi llega a ser de su tamaño. La mamá sigue caminando y no se da cuenta que el nene quedo atrás, hasta transitado algunos metros. Entonces regresa a buscarlo, lo toma del brazo y se lo lleva y alcanzo a escuchar que le dice: “Vamos, otro días venimos, hoy no tenemos tiempo”. El nene la mira como no entendiendo pero acata la orden, otra no le queda. Y ahí nomás pienso, cuando somos chicos no tenemos tanta noción del tiempo, o al menos no es algo que nos interese o preocupe. Recuerdo a mi madre sacándonos de la pileta, contra nuestra voluntad, diciendo que ya estábamos arrugados de tanto estar en el agua y para nosotros aun podíamos estar más tiempo. El tiempo es cosa de grandes.
Cuando estamos enamorados tampoco tenemos noción del tiempo. Hay una pareja sentada a pocos metros, que están allí desde que llegué y seguro estaban desde antes y lo único que hacen es reírse, besarse y compartirse el uno al otro su paquetito de garrapiñada. Para ellos tampoco parece pasar el tiempo ni preocuparlos.
El que sí parece tener noción del tiempo y no ve la hora de que pase es el flaco de la juguetería. A cada rato mira su celular y cada vez que lo guarda en el bolsillo, levanta las cejas y se muerde el labio inferior.
Cada uno tiene su tiempo en estos lugares impersonales. Pues ni siquiera cerca de los patios de comidas se puede identificar en qué momento del día se esta. Hay gente que parece almorzar o cenar, desayunar o merendar. Además la luz siempre es la misma. No se sabe si aun es de día o ya anocheció, si esta nublado o hay sol. Tampoco es posible identificar el día de la semana en el que se está. Las estaciones del año las marcan las vidrieras de los diferentes locales y aún así a veces se complica identificarlas con claridad. Con lo cual el tiempo en estos lugares impersonales parece no pasar. Y la cara del flaco de la juguetería me lo confirma.
Creo que allá a lo lejos viene ella. Camina un poco apurada. Avanza. Avanza en el tiempo y en el espacio. En mi caso ya es tiempo que guarde la libreta y la lapicera y deje de escribir esto. Pues ella ya llegó. Pues el tiempo de espera ya se pasó. Si pasó rápido o no, no me queda claro. Sí me queda claro que el tiempo se mide, se gasta, se invierte, se pasa, se espera. El tiempo se vive, se siente, se detiene. El tiempo se compra, se vende, corre, nos arrasa. El tiempo es y nosotros somos en él. El tiempo cura ciertas heridas.
-Perdoname por la demora. ¿Hace mucho tiempo que me esperas?
-Mmm algo…vos, ¿cómo andas? ¡Tanto tiempo!…

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8 COMENTARIOS

  1. Me gustó mucho, te felicito!
    Uno más para la edición!

    Te quiero amigo! besos!

  2. Te felicito! Muy bueno, exelentemente escrito, ingenioso e interesante!
    Cuánta cretividad para abordar un tema que no es nada fácil, sin caer en lugares comunes.

  3. me encantó tu reflexión por eso como EL TIEMPO SOLO PASA en nosatros está vivirlo y «gastarlo» bien

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