Por Gabriel Moretti

El título es por una vieja frase sobre la inutilidad de ciertas cosas: a las gallinas cluecas se les ubicaban en sus nidos huevos con “galladura” para que luego, pasados unos días, nacieran los pollitos; si esos huevos se acomodasen en la cuna de un gato, el resultado por supuesto no sería igual. De allí que cuando algo no da los resultados esperados, se dice que todo fue “como echarle huevos a un gato”.
La mayoría de nuestras historias han tenido lugar en Baradero ciudad, aunque también en las villas de Alsina y Portela, la cual hoy nuevamente será escenario del relato.
Según los porteleros, cierta vez llegó a Portela un circo, algo novedoso en cualquier pueblo y mucho más en una localidad así, donde la presencia circense se ha registrado en muy escasas oportunidades. Vaya uno a saber cómo fue que el propietario del circo decidió llegar a la villa, ya que la escasa población del lugar no garantizaba un resultado económico tentador, pero lo cierto es que el circo apareció en Ireneo Portela y levantó su carpa.
Desde ya, su presencia fue el comentario obligado de toda la población, que con ansiedad aguardó el debut. Hay que decir que estos acontecimientos tuvieron lugar en temporada invernal, y quiso el destino que la noche inaugural el termómetro mostrara su columna de mercurio en descenso, en cercanías del guarismo cero. Los que, armados de coraje, entraron a la carpa aguantaron como pudieron, aunque también hay que señalar que unos cuantos no pudieron y abandonaron el lugar en busca de calor.
A la mañana siguiente un solo comentario acaparaba las conversaciones de los vecinos: el tremendo frío dentro de la carpa había hecho insoportable la velada previa. Resulta natural que estos comentarios llegaran a oídos de los responsables del circo, quienes intuyeron que la función sería un fracaso absoluto y se pusieron a pensar qué hacer para que el público fuese a la función. Entonces se les ocurrió una solución que implementaron de inmediato.
En la puerta de ingreso al circo colocaron una gran pizarra con la siguiente inscripción: “en la función de esta noche habrá calefacción”. Pero no fue esa la única medida adoptada. El circo contaba con las clásicas bocinas propaladoras de sonido que, montadas sobre un rodado, fueron usadas para anunciar la novedad a los vecinos de Portela: “Esta noche nueva función del circo a partir de las…, y recuerde estimado vecino algo muy importante: hoy nuestra carpa contará con calefacción”.
Un tanto por crédulos y otro por confiados, hubo varios vecinos que se armaron de coraje pero también de ropa abrigada para concurrir a la función. Al ingresar al circo descubrieron que la calefacción tan promocionada era, por así decirlo, real aunque cuestionable: en el piso y entre las sillas destinadas a los espectadores los organizadores habían colocado varias latas de las de dulce de batata, llenas de brasas que, por supuesto, resultaron tan eficientes para combatir el frío como “echarle huevos a un gato”.

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