Pasaron casi doce años de su sanción y todavía el 79% de los estudiantes piensa que falta abordaje. En medio del debate por el aborto, se sigue relacionando a la ESI solo con la genitalidad

Hay un punto que zanja -o al menos debería zanjar- las diferencias que dividen a los militantes a favor y en contra del aborto. En el medio de la discusión entre «verdes» y «celestes», tres palabras irrumpen con cada vez más fuerza y acercan posiciones: educación sexual integral. O simplemente una sigla: ESI.

Ya pasaron casi doce años de la sanción de la ley 26.510. Fue el 4 de octubre de 2006 cuando se dejó asentado que «todos los educandos tienen derecho a recibir educación sexual integral en los establecimientos educativos de gestión estatal y privada». Además de educar sobre sexualidad, la ley se proponía romper los estereotipos de género, fomentar el cuidado del cuerpo propio y el ajeno, promover actitudes responsables y el respeto por la diversidad sexual.

Los años pasaron y la sensación fue siempre la misma: que la ley no se se estaba aplicando. Desde 2017 se empezó a relevar en forma más concreta y la presunción quedó confirmada. Tanto que en el cuestionario complementario de las pruebas Aprender, cuando se preguntó por temas que la escuela debería abordar pero no lo hace, el 79% de los estudiantes de secundaria dijo que falta educación sexual y el 76% que falta abordaje sobre violencia de género.

«Aún no se ven avances si bien se habla del tema y se reconoce la necesidad.Los ministerios provinciales no empujaron su aplicación y desde Nación tampoco. El abordaje debe ser integral con los materiales y el currículum que elaboró el Ministerio de Educación nacional (MEN). Los docentes deben capacitarse y tener personal especializado de consulta», le dijo a Infobae Mabel Bianco, presidenta de la Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM).

Sonia Almada, directora del Centro Aralma, especializado en infancia y adolescencia, cree que hay un doble discurso. «Si bien hoy tiene mayor visibilización y los sectores que se encuentran en contra de la interrupción voluntaria del embarazo reivindican la ESI como paliativo, son los mismos que se manifestaron en contra de su implementación, obstruyéndola desde lo fáctico y lo político con la reducción del financiamiento, la falta de capacitación y material didáctico», sostuvo.

La Fundación Huésped comenzó a indagar en la aplicación de la ley. Consultó a docentes y estudiantes y la evidencia fue contundente. Solo la mitad de los maestros encuestados asegura haber recibido capacitaciones. El 86% dice que la incorpora a sus clases, pero 4 de cada 10 relacionan a ESI solo con genitalidad, cuando la ley es vasta. La mirada de los alumnos, en tanto, es todavía más preocupante: solo la mitad conoce la existencia de la ley y la gran mayoría la vincula con aprender sobre «el aparato reproductor».

La enseñanza de ESI, según plantea la ley, no se debe reducir a una materia específica, sino que tiene que ser transversal a toda la currícula. «El abordaje sigue sin ser es integral, es meramente biologicista. Cuando se organizan capacitaciones son los profesores de biología los que más concurren, que van casi obligados. La ley es muy buena, pero no está acorde a nuestro sistema educativo complejo y débil. La transversalidad complejiza su implementación», planteó Cecilia Valeriano, coordinadora del Programa de Movilización Social y Redes de la Fundación Huésped.

Para Valeriano, siguen primando «estigmas y prejuicios en torno a la sexualidad» y da un ejemplo concreto. En una escuela de Tigre construyeron un baño mixto para hacer sentir cómodo a uno de los estudiantes que atravesaba un proceso de transición de género. Una vez instalado, cinco padres fueron, horrorizados, a pedir que dieran marcha atrás. Se terminó abriendo un sumario a la directora e intervinieron la escuela.

La oposición a la ESI encuentra su punto más alto en algunas escuelas confesionales. De acuerdo a los expertos, se sirvan del planteo integral de la ley para aplicar solo uno de los ejes, como lo puede ser la «valoración afectiva». «La ley es clara y dice que hay que trabajar todos los ejes. Es decir, abordar también derechos sexuales y reproductivos, valoración de la diversidad, por ejemplo. No se puede omitir la información y desconocer que hay otras posturas», consideró Valeriano.

Según Bianco, hay una suerte de autocensura. «Como ni bien toman una decisión, se les plantean objeciones, las autoridades provinciales se paralizan y temen represalias. De lo que no se dan cuenta ministros y gobernadores es que la Iglesia católica ya no tiene tanta fuerza. Tal vez con la discusión sobre la legalización del aborto ven más claro el apoyo popular, especialmente de los adolescentes y jóvenes», señaló.

En el contexto nacional, la Ciudad de Buenos Aires parece estar un paso adelante en términos de aplicación de la ley. «No se puede decir que no trabajamos en ESI en la Ciudad. Hoy 9 de cada 10 alumnos sostiene que tuvo al menos un abordaje de lo que marca la ley. Sucede que muchas veces se la relaciona solo con la genitalidad, pero cuando vas puntualizando en cada tema se dan cuenta de que recibieron contenidos», le dijo Soledad Acuña, ministra de educación porteña, a Infobae.

Más allá del grado de aplicación, en los colegios porteños se presenta una dicotomía entre lo que el docente enseña y lo que el estudiante espera aprender. De acuerdo a un relevamiento oficial, los maestros priorizan contenidos sobre discriminación y violencia en los vínculos. Los alumnos, por su parte, tienen especial interés en escuchar sobre embarazos no planificados y aborto.

Qué se debe enseñar en cada nivel

Tras la respuesta contundente de Aprender, el ministro de Educación nacional Alejandro Finocchiaro anunció que triplicarían el presupuesto destinado a ESI, que pasarían de 30 millones de pesos a 100 millones este año. En esa línea, el 22 de mayo, en el marco del Consejo Federal, los ministros aprobaron una resolución que puntualiza lo que se debe enseñar en cada nivel educativo.

En total son 48 núcleos de aprendizaje prioritarios (NAPS). A diferencia de lo que suele ocurrir, la aplicación debería trascender a la secundaria. También desde el nivel inicial proponen enseñar enseñar el vocabulario correcto para nombrar los genitales, evitar los estereotipos de género a la hora de jugar y adquirir pautas de cuidado y auto-protección.

Ya en la primaria los introducen a los cambios que se sienten en la pubertad, se les da a conocer los métodos anticonceptivos y cómo prevenir enfermedades de transmisión sexual, se les muestra la diversidad de las personas en apariencia física, orientación sexual e identidad de género.

La secundaria es momento de concientizar sobre la violencia de género, de hacer un análisis crítico de la femineidad y masculinidad, de deconstruir los «patrones hegemónicos de belleza», de tratar el embarazo no deseado en la adolescencia. Es momento también de hablar sobre el aborto.

Cómo tratar el aborto

El ingreso a la ESI se abre en tres caminos: se necesita un abordaje curricular, transformaciones institucionales y atender la coyuntura. La coyuntura hoy se enmarca dentro de la discusión por la legalización del aborto, que se votará el miércoles en el Senado. La escuela, remarcan, no puede estar exenta de la coyuntura.

La pregunta es cómo abordar un tema que, en general, se orienta hacia las convicciones personales de cada uno. Entra el riesgo de bajar una línea. «El debate por el aborto está dejando en evidencia la falta de recursos, pero hay miles de formas de abordarlo», piensa Valeriano. «Lo que termina pasando en las escuelas que promueven el debate son cruces agresivos entre los estudiantes que están a favor y en contra. Hay que trabajar para valorar la diversidad y empatizar con lo que piensa el otro. De otro modo, se da un planteo polarizado como en la sociedad».

La necesidad clara está: se necesita instalar el debate y brindar herramientas. Almada piensa que «es difícil transmitir lo que no creés y, más aún, aquello a lo que te oponés», pero dice: «Junto a todos los protagonistas del sistema, podrían propiciar las herramientas a chicos y chicas. Desde allí, compartiendo experiencias se podría construir entre todos nuevas miradas, en la que la docencia no quede separada de la vida cotidiana. La ley de educación sexual integral nos enfrenta a pensar en el otro desde la empatía, jamás desde la imposición del ‘deber ser y hacer'».

Infobae

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