Son datos del INDEC. Hace un año, el mismo grupo familiar necesitaba 17.537 pesos para no ser pobre. El aumento es de 57 por ciento, lo cual revela que la inflación castiga con más dureza a los sectores más vulnerables.
El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos difundió esta tarde el informe de valorización de la canasta básica alimentaria y la canasta básica total, que trazan respectivamente las líneas de indigencia y pobreza para las familias argentinas.
El dato más importante es que una familia “tipo”, con dos adultos y dos menores en edad escolar, necesitó 27.570 pesos para no caer bajo la línea de pobreza, exactamente un 57 por ciento más de lo que demandaba en febrero de 2018 el mismo objetivo. Respecto de diciembre, el costo de vida dio un salto de 8.1 por ciento.
Para no caer en la indigencia, el mismo grupo familiar -caracterizado por la integración de un varón de 35 años, una mujer de 31 años, un hijo de 6 años y una hija de 8 años-, necesitó 11.117 pesos para no caer en la indigencia, es decir para no cubrir las necesidades calóricas elementales.
Para un individuo, la línea de pobreza quedó establecida en 8.922 pesos y la de indigencia por 3.597. Los aumentos interanuales son de 57.2 y de 59.1 por ciento respectivamente, lo que termina de confirmar que la inflación castiga especialmente a los sectores más vulnerables de la sociedad.
La definición del INDEC precisa que la canasta básica alimentaria se determina «tomando en cuenta los requerimientos normativos kilocalóricos y proteicos imprescindibles para que un varón adulto, de entre 30 y 60 años, de actividad moderada, cubra durante un mes esas necesidades».
En tanto que para determinar la canasta básica total (CBT) se consideran, además, los bienes y servicios no alimentarios. Ambas canastas se valorizan cada mes con los precios relevados por el índice de precios al consumidor del Gran Buenos Aires (IPC-GBA).

El Diario de Baradero

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