La primera arma nuclear en ser utilizada sobre una población civil fue un momento bisagra en la historia mundial del siglo XX.

«Exactamente a las ocho y quince minutos de la mañana, hora japonesa, el 6 de agosto de 1945, en el momento en que la bomba atómica relampagueó sobre Hiroshima, la señorita Toshiko Sasaki, empleada del departamento de personal de la Fábrica Oriental de Estaño, acababa de ocupar su puesto en la oficina de planta y estaba girando la cabeza para hablar con la chica del escritorio vecino».

Una foto de agosto de 1945 muestra la tripulación del Enola Gay (de izquierda a derecha): teniente Theodore Van Kirk, el piloto, coronel Paul W. Tibbets y el bombardero, teniente Thomas Ferebee. / AP

Una foto de agosto de 1945 muestra la tripulación del Enola Gay (de izquierda a derecha): teniente Theodore Van Kirk, el piloto, coronel Paul W. Tibbets y el bombardero, teniente Thomas Ferebee. / AP

Así comienza la crónica «Hiroshima. Un resplandor silencioso», del periodista John Hersey, que fue publicada el 31 de agosto de 1946 en la revista The New Yorker. Había pasado más de un año del ataque, y los números fríos ya eran conocidos por todos: 140 mil muertos, los cuales sucumbieron a los efectos de la bomba, llamada Little Boy (pequeño niño), que contenía 64 kilos de uranio-235, la cual demoró 44,4 segundos en caer desde los 9400 metros de altura en los que se la tiró hasta los 540, en que fue detonada.

Su radio de destrucción fue de un 1,6 kilómetros, y generó incendios en un área de 11 kilómetros cuadrados alrededor. El Enola Gay, el avión bombardero Boeing B-29 Superfortress que tiró la bomba, sintió la onda expansiva de la explosión a los 18,5 kilómetros de distancia.

Si bien en ese momento no existía el término, al texto de Hersey bien podría valerle el título de «noticia viral». Fue el único artículo publicado en ese número, y fue leída y debatida por millones. Concluida la guerra, y cuando ya empezaban a disminuir las emociones más eufóricas respecto al triunfo aliado, la crónica de Hersey llegó para ponerle una cara humana al horror, un racontto de cómo seis personas comunes lograron sobrevivir a una de las mayores tragedias del siglo XX.

Una bomba para terminar la guerra

Todas las investigaciones históricas posteriores al hechoparecieran coincidir en un dato: que el presidente Harry Truman decidió usar la bomba atómica para forzar la rendición incondicional de Japón en la Segunda Guerra Mundial, y acelerar el final del conflicto. La combinación de los ataques kamikazes de aviones japoneses, sumado a lo costoso que habían sido las batallas de Okinawa e Iwo Jima para el ejército estadounidense, habían convencido al gobierno de que los japoneses pelearían hasta el final.

Una foto de septiembre de 1945 muestra la devastación en Hiroshima. / AP

Una foto de septiembre de 1945 muestra la devastación en Hiroshima. / AP

Desde entonces, sin embargo, han surgido numerosas críticas a esta visión. El mismo Dwight Eisenhower, quien fue presidente luego de Truman, argumentó en sus memorias que la bomba había sido innecesaria, y existe cierto consenso de que el país nipón hubiera aceptado rendirse si se le hubiese permitido mantener en su lugar al emperador, una forma de evitar la deshonra nacional.

La elección de Hiroshima también fue motivo de debate. A principios de 1945, el ejército armó un comité formado por científicos y militares, el cual tendría la responsabilidad de elegir el blanco de la bomba. Entre las posibilidades barajadas estaba la bahía de Tokio y una remota instalación militar, las cuales servirían para demostrar el poderío del arma que estaba por usar, pero en última instancia se decidió que estos sitios no serían adecuados para mandar ese mensaje de forma clara.

Con los aviones y armas convencionales estadounidenses bastaban para que quedara claro que eran capaces de matar personas; el objetivo en este caso era probar que ahora contaban con la posibilidad de hacer literalmente desaparecer una ciudad del mapa. Devastación total.

Una foto de 1945 muestra la estructura de un edificio que sobrevivió al ataque atómico sobre Hiroshima. / AP

Una foto de 1945 muestra la estructura de un edificio que sobrevivió al ataque atómico sobre Hiroshima. / AP

Hubo dos factores centrales que inclinaron la balanza por Hiroshima. En primer lugar, como era una ciudad densamente edificada y poblada, existían razones para suponer que habría un alto nivel de destrucción si la bomba era arrojada alrededor de su centro neurálgico. Era, además, un objetivo militar, ya que contaba con numerosas fábricas y otro tipo de instalaciones vitales para la economía de Japón.

Luz, fuego y humo

Los sobrevivientes al ataque describieron haber visto un fogonazo intenso de luz. Quienes se encontraban a algunos kilómetros de distancia agregaron que esto fue seguido por un ensordecedor estruendo. Se estima que alrededor de 80 mil personas, un tercio de la población de la ciudad, falleció a causa de la detonación y los incendios posteriores.

Soldados y civiles caminan entremedio de lo que quedó de Hiroshima, dos días tras el ataque. / AP

Soldados y civiles caminan entremedio de lo que quedó de Hiroshima, dos días tras el ataque. / AP

La alarma que anunciaba ataques aéreos había cesado a las 7.30 de la mañana de ese día, por lo que el ataque sorprendió a la mayoría de los habitantes de la ciudad sumidos en sus actividades diarias. La mayor cantidad de víctimas se produjo cerca del centro histórico, ya que eran quienes más cerca estaban del punto de detonación. Alrededor del 90% de los médicos, y el 93% de enfermeras y enfermeros, fallecieron en el ataque, ya que trabajan en esta zona.

Debido a las precauciones contra sismos que las construcciones japonesas debían respetar, muchos de los edificios ubicados en la zona de impacto se mantuvieron de pie, y en algunos casos fueron vitales para que algunos sobrevivieran.

El sobreviviente que más cerca estaba de la zona de detonación, Eizō Nomura, logró salir con vida porque justo en ese momento estaba en el sótano de hormigón armado de un edificio, a solo 170 metros del punto de impacto. Akiko Takakura, que se encontraba en el Banco de Hiroshima, a tan solo 300 metros de la explosión, también logró sobrevivir gracias a la fortaleza de los edificios.

Foto del 8 de septiembre de 1945 en Hiroshima. / AP

Foto del 8 de septiembre de 1945 en Hiroshima. / AP

Tras el ataque, Truman salió a anunciar que Estados Unidos estaba en posesión de una nueva arma, y advirtió a Japón que si no aceptaba sus términos de rendición, le «caería encimauna lluvia de ruinas que el mundo jamás había visto».

Fueron los mensajes de los miembros del gabinete japonés de guerra, que fueron decodificados por los estadounidenses y donde reconocían que seguramente llegarían más bombas como esa, «pero que la guerra seguiría», los que llevaron a Estados Unidos a decidir lanzar la segunda bomba atómica sobre Nagasaki, lo que sucedió el 9 de agosto de 1945.

El 14 de agosto, el emperador Hirohito anunció la rendición incondicional de Japón.

Clarín

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