Lo difícil es amar sanamente, y para eso hay que conservar la cabeza en su lugar», aseguró Gabriel Rolón. Durante la entrevista aseguró que el amor «es un enigma maravilloso», aunque advirtió la necesidad de ver las alarmas, sobre todo desde el punto de vista de la violencia de género. «A la luz de las cosas que están pasando, pienso que es menester replantearnos algunas formas de referirnos al amor. Porque todos somos conscientes de que alguien que te mata con su amor, ya no es un enamorado sano, sino un simple criminal».

—¿Está sobrevalorado el amor?

—Sobrevalorado no, porque es realmente un tema trascendente en la vida de un ser humano, pero sí tiene una prensa demasiado favorable. Todo el tiempo escucho decir que es algo maravilloso, y no siempre es así. El amor es un sentimiento y como tal lo viven las personas, de modo tal que las personas sanas amarán de un modo sano y las enfermas lo harán de una manera enferma. Y mientras que construir una relación con alguien sano puede abrir destinos hermosos, enamorarse de un enfermo nos deja en las fronteras mismas de la tragedia.

—¿Por qué el amor suele ser una problemática sin respuestas claras y definitivas?

—Porque no hay un saber posible acerca del amor. Nadie tiene las respuestas de cómo se ama, porque cada persona construye su propio modo de vincularse con los demás y porque lo que le gusta a alguien no necesariamente le gusta a otro. Por eso no hay un manual de cómo amar. Es un enigma. Un enigma maravilloso.

—¿Se puede separar el amor de la sexualidad?

—Sí, se puede. De hecho hay amores en los que es necesario que así sea: la amistad o la relación entre padres e hijos, por ejemplo, requieren la sublimación de ese empuje erótico. En cuanto a la pareja, es preferible que el deseo circule el vínculo amoroso para tener una plenitud mayor, pero hay casos en los que dos personas deciden estar juntos de la mano del amor y en ausencia de la pasión.

—¿La sexualidad es determinante en el vínculo de pareja? ¿Cuánto influye la sexualidad en la construcción de ese vínculo?

—Cada persona es única. Para algunas será fundamental y para otras tendrá una importancia relativa. Hay que pensar que la pareja es un universo único y que, incluso la misma persona puede priorizar cosas distintas con personas diferentes.

—¿Cuánto influye la cultura -los medios audiovisuales, el cine, las novelas de televisión o la literatura- en la construcción de un amor o una relación idealizada?

—Mucho. Porque a amar se aprende. Se aprende en la infancia, en el hogar, en los vínculos primarios, pero también en los mensajes que nos llegan a partir de la transmisión cultural que nos alientan a seguir unos modelos más que otros. Por ejemplo, muchas personas quieren vivir una de esas historias de amor de las novelas, y las construyen entonces llenas de problemas, peleas y distanciamiento. Hay que pensar que no siempre lo que funciona en la ficción es bueno para la vida.

—¿Cuál es el encuadre, o el punto de vista, desde el cuál abordás el interrogante de si el amor es un cuento de hadas o una historia de dolor?

—La obra propone las dos alternativas. La mirada de una escritora romántica que trabaja con la idea de la posibilidad de que el amor sea un sueño y la de un analista que está acostumbrado a ver los estragos que el amor causa cuando es vivido desde un lugar patológico o simplemente cuando se termina. Porque ningún amor tiene garantías de eternidad.

—Las mujeres conquistan espacios y reclaman cada día mayor visibilidad y reconocimiento. ¿Afecta eso el amor y las relaciones?

—Es un avance maravilloso que, obviamente, repercute y cuestiona los modelos preexistentes. Es inevitable que así sea. Pero pienso que se trata de un cambio superador que promueve vínculos más igualitarios, incluso dentro del ámbito de la pareja, que debe ser justamente eso, una relación pareja, es decir, entre pares, en la que ninguno se pare desde un lugar de superioridad o poder sobre el otro.

—¿Qué lugar y qué actitud están tomando los hombres con respecto a esa enérgica y justa toma de posición de las mujeres?

—No puedo responder a esa pregunta, porque no todos los hombres responden de la misma manera. Cada persona es única y reacciona según su historia y su personalidad. Pienso, eso sí, que toda persona sana debe acompañar los reclamos justos, aunque haya matices en el modo en que se realice ese reclamo.

—El espectáculo incluye «las pasiones» en el título. ¿Cuáles son esas pasiones?

—La pasión es ese costado urgente de los vínculos, el que convoca al cuerpo y pone en juego los sentidos. El que no quiere saber nada de la espera y suele llevarnos por delante, a veces para animarnos a cambiar un destino de sufrimiento, y otras con el riesgo de destruir lo que tanto costó construir.

—¿Pasión es un concepto ambiguo que puede evocar tanto placer como violencia o aflicción?

—Claro. Porque pasión proviene también de padecimiento y tiene algo de phatos. De hecho, creo que cuando hablamos de la pasión de Cristo, nadie está pensando en el aspecto placentero de la pasión, sino en el aspecto doloroso. La pasión es esa espada de doble filo que puede llevarnos al máximo disfrute o también a la angustia más extrema.

—El último Día Internacional de la Mujer fue acompañado por un paro internacional con fuertes consignas reivindicativas. Cuando se habla de amor, se suele usar la expresión «perder la cabeza». ¿Cómo analizás esa expresión, y otras como «me mata de amor» o «amores que matan», a la luz de la violencia de género, uno de los reclamos más decididos de las mujeres?

—Pierde la cabeza quien ama con locura. Una frase que también se utiliza como si fuera algo bueno. Pero es necesario sacarnos de encima esa mirada romántica acerca de la locura. En realidad, es algo patológico. Amar con locura es fácil, basta con entregarse a lo peor de nosotros sin hacer ningún esfuerzo. Lo difícil es amar sanamente, y para eso hay que conservar la cabeza en su lugar, y correrla solamente en los momentos en los que el cuerpo y los sentidos convoquen a un encuentro placentero. A la luz de las cosas que están pasando, pienso que es menester replantearnos algunas formas de referirnos al amor. Porque todos somos conscientes de que alguien que te mata con su amor, ya no es un enamorado sano sino un simple criminal.

—¿Cómo ves la sociedad argentina con respecto a estos temas?

—Por suerte, comprometida, como corresponde, con una cuestión de vital importancia.

—¿Se puede comparar el mito de Sísifo con una relación de pareja?

—Preferiría que no. Pensar que la pareja es una pesada piedra que hay que arrastrar a una cima para que vuelva a caer y nos condene eternamente al esfuerzo sin descanso, es ver la pareja como una condena. Comparto que es un trabajo, pero un trabajo en el que hay mucho de placer, de encuentros satisfactorios e incluso en el que, por seguir tu metáfora, la roca es empujada por dos personas que tiran para el mismo lado.

—»Todo lo que necesitás es amor», dicen Los Beatles, ¿verdadero o falso?

—Falso. El amor, cuando es sano, es algo muy importante. Pero con el amor no alcanza para construir una vida que tenga sentido.

lacapital.com.ar

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