Por Nicolás Trotta

Luego de más de cuatro meses sin clases presenciales en todo el territorio argentino, algunas jurisdicciones se preparan para iniciar el regreso a las aulas. Se acerca el día en que poco a poco se irán entreabriendo las puertas de las escuelas. No lo harán todas a la vez, ni la presencialidad se retomará de la forma habitual. Cuidarnos implicará -por un tiempo- construir nuevas formas de ir a la escuela.

La suspensión de la presencialidad fue un hecho inédito no solo en la Argentina sino también en el resto del mundo. Por eso, sabemos, volver a las escuelas será uno de los hechos más trascendentes que involucran a la sociedad en su conjunto. La comunidad deposita esperanza y anhelo en la escuela: se extraña cada mañana ver los guardapolvos blancos, pintorcitos, uniformes y mochilas que dan vida a las calles de cada ciudad, cada pueblo y cada rincón por donde niñas, niños y adolescentes transitan.

También sabemos que esto puede generar inquietudes y ambigüedades en las familias. Imaginamos las conversaciones alrededor de una pregunta: ¿qué haremos? Posiblemente esa pregunta esté acompañada de muchas otras: ¿y si…? Recuperar la presencialidad es posible que nos lleve tiempo y trabajo. Tendremos que despojarnos de miedos y reaprender la forma de habitar la escuela, como en tantos otros ámbitos sociales.

Sepan que allí donde se decida abrir las puertas -lo que implica una responsabilidad que ha llevado a que se tomen todas las precauciones- no hay ni habrá liviandad alguna en la decisión, que dependerá ante todo de la situación sanitaria. Las diversas realidades que nos presenta el COVID-19 en cada jurisdicción y localidad requieren de abordajes, respuestas y pasos que respondan a esas diferencias. El regreso a las aulas se presenta una vez que en cada una de esas localidades se fue recuperando esa nueva normalidad y eso no implicó impacto epidemiológico. Para llegar a que nuestras hijas e hijos vuelvan a la escuela primero se recuperaron las salidas y encuentros sociales, el funcionamiento de restaurantes y bares, el trabajo en todos los ámbitos de la economía, la práctica de deportes, para mencionar algunos ejemplos. En todos los casos, con los cuidados que impone la pandemia.

Para ello hay también un conjunto de decisiones asociadas: quienes cuidan la salud indican y prescriben lo mejor para el cuidado colectivo. Según la fase epidemiológica, la ausencia de circulación comunitaria del virus, y otros indicadores, las autoridades definen en consecuencia lo adecuado en cada tiempo, lugar y circunstancia. Países de otro continente han comenzado antes que nosotros y esa experiencia internacional es una fuente de información útil para pensar el regreso. Se preparan las medidas de cuidado de la salud como se preparan pedagógicamente los equipos docentes de cada escuela y, finalmente, cada grupo familiar decide. Siempre para decidir es bueno tomar en consideración varios elementos. Por ejemplo, no podemos ignorar que la asistencia escolar estará condicionada para los y las estudiantes y docentes y equipos que formen parte de los grupos de riesgo y deban, por lo tanto, mantener el aislamiento.

En ese marco, como ministro y como padre, quisiera reflexionar con ustedes acerca del alcance de la “obligatoriedad” de la educación.

La ley es clara: es obligación del Estado hacer lo necesario para que se cumplan los propósitos formativos de la “educación obligatoria” (artículo 16 de la Ley N° 26.206). No deja lugar a dudas: es responsabilidad del Estado hacer lo necesario para que el derecho a la educación se ejerza en toda circunstancia, para todos los sujetos, en todo el territorio federal.

Como Ministerio, hemos hecho todo lo posible -y lo seguiremos haciendo- para que edificios escolares cerrados no sean sinónimo de interrupción de las responsabilidades de Gobierno. Con todo el equipo, en un trabajo conjunto con las autoridades de las 24 jurisdicciones, con el apoyo de maestros y maestras, de profesores y profesoras, en el marco de acuerdos y profundos consensos, hemos hecho un enorme esfuerzo para no desatender lo que la ley instituye. Ustedes, las familias, han agregado otro enorme compromiso: volvieron disponibles espacios en los hogares, inventaron recursos, recurrieron a paciencia, invirtieron tiempo y dedicación, recordaron y actualizaron conocimientos para acompañar a sus hijos e hijas en el estudio, aprendieran algunas cosas, no olvidaron otras. Chicos y chicas también hicieron lo suyo para aprender sin el sostén presencial cotidiano de sus educadores, sin sus compañeros y compañeras de banco, sin los juegos comunes de los recreos.

Hemos constatado en este tiempo que “no da lo mismo” ir a la escuela que no hacerlo. En estos meses reafirmamos que la escuela es irremplazable. Porque la educación a distancia mitiga en parte que no se pueda concurrir a la escuela, pero no la reemplaza. El compromiso y acompañamiento han sido y son fundamentales pero vimos que los maestros y maestras son insustituibles, que enseñar requiere de un saber específico y que los encuentros virtuales no reemplazan a los compañeros y compañeras. En en este tiempo, revaloramos el lugar central que ocupa la escuela en la organización social y familiar, como espacio privilegiado para que se desarrollen los procesos de enseñanza y de aprendizaje, como lugar de encuentro. La escuela es el lugar en el que sucede una experiencia que nos iguala, que nos trasciende y que atraviesa las generaciones.

El sentido, la importancia y la necesariedad de la presencialidad no deja lugar a dudas. Tampoco podemos dudar que por un período de excepción otros modos de acercarse a los saberes son posibles aunque no produzcan los mismos efectos. Hemos aprendido que una pandemia deja todo tipo de secuelas, y una de ellas es el incremento de la desigualdad. Hacer frente a la desigualdad que nos deja es ya nuestro desafío. El principio de obligatoriedad se sostiene y el Estado debe garantizar la educación en las escuelas o fuera de ella, tal como lo establece la ley vigente.

Frente a estas situaciones, la educación debe garantizarse tanto en la presencialidad como en la no presencialidad. Esto nos obliga a disponer de estrategias y alternativas para sostener la actividad educativa y los procesos pedagógicos de quienes no asistan a las aulas durante el proceso de reanudación de clases presenciales.

Sabemos que las pautas que implica el reencuentro en las escuelas no le son propias: tapabocas, recreos con poco movimiento, distanciamiento físico. Pero también sabemos que esas normas de cuidado son las que nos permitirán encontrarnos nuevamente para aprender, lejos, pero un poco más cerca. Será el tiempo de construir en conjunto los mejores modos de transitar esta provisoria realidad.

Y también sabemos que en el tiempo por venir, de reanudación de clases presenciales, en las variadas formas y ritmos que cada jurisdicción construirá, la sociedad verá que hay novedades pedagógicas. Son buenas novedades. El ciclo escolar es ahora el que tiene centralidad porque nos permite redistribuir enseñanzas y aprendizajes y que no queden confinados en un año lectivo. Se abre así la posibilidad de alcanzar los propósitos formativos en una temporalidad más larga sin renunciar a la meta: que todos reciban una enseñanza de calidad, de valor cultural equivalente al finalizar los 14 años de obligatoriedad.

Sepan que no hemos renunciado a la seriedad necesaria para que cada diploma que se extienda tenga garantizado su debido valor educativo y testimonie los aprendizajes necesarios establecidos por la ley y su expresión curricular. En los próximos meses dedicaremos una particular atención y esfuerzo para asegurarnos que puedan concluir el nivel primario y secundario los y las estudiantes que esperaban recibirse este año y que lo hagan sin desatender a los propósitos formativos.

Dada la excepcionalidad de las circunstancias, tendremos que construir modos excepcionales de garantizar que no se banalice ni desvalorice el cumplir con el nivel, lo haremos con acciones diversas, curriculares e institucionales que comprometen esfuerzos de todos los niveles y modalidades y contemplan la colaboración de las universidades e institutos de educación superior.

Cada ciudadano y ciudadana debe saber que no renunciamos a asumir nuestra responsabilidad ni a la calidad de la enseñanza y de los aprendizajes, y que estamos empeñados en que ese concepto concierna a la educación de todos y todas, dado que, si la calidad fuera solo para algunos, no sería calidad sino privilegio.

Seguiremos en contacto. Para que cada uno y cada una pueda, llegado el momento, considerar su decisión respecto a la asistencia posible de los niños, niñas y adolescentes, las escuelas que vayan reanudando las actividades pedagógicas presenciales.

Estamos convencidos de que una vez que estén dadas las condiciones y se arbitren los medios para reducir las posibilidades de contagio, las aulas son irreemplazables y la escuela es el mejor lugar para encontrarse, construir lazos, saberes y abordar los miedos e inquietudes que este tiempo produjo. Seguiremos trabajando para que escuelas, docentes, estudiantes y familias se sientan seguros de iniciar este regreso. Y sepan que decidan lo que decidan, no dejaremos de lado ni disminuiremos la presencia del Estado asumiendo el compromiso de garantizar para todos nuestros niños, niñas y adolescentes el derecho a la educación.

El autor es ministro de Educación de la Nación

Comentarios de Facebook