Un viejo dicho popular, asiduamente utilizado por las amas de casa dice que: «al fin y al cabo, lo más barato es la carne». El adagio tuvo su fundamento durante largos años pero por lo que se observa en los últimos días, y como tantas otras cosas que acontecen por estas horas, va dejando de tener vigencia.
Contrariamente a lo que comúnmente ocurre, el precio de la carne que sube para la época de las fiestas y luego durante los meses del verano tiende a la baja o a la estabilidad en el peor de los casos, en esta ocasión comenzó a subir poco a poco durante enero y el alza se acentuó en febrero a tal punto en que casi no hay semana en la que los carniceros no deban modificar las pizarras de precios. El Diario muestra hoy una de ellas y deliberadamente buscó que la foto fuera tomada en una carnicería de las de precio medio, no se la hizo en las que más barato venden ni en las de precios superiores intentando brindar a los lectores una muestra de lo que está pasando en la actualidad.
Es notorio como muchos compradores han menguado la visita a los mostradores y, además, bajado el volumen de sus compras intentando que los pocos pesos que les restan tras el pago de luz, gas y demás servicios, les sirvan para «engañar el estómago» ya que lejos quedaron los tiempos del asado, del bife generoso y hasta del puchero que, acompañado debidamente, pasó a ser un plato de lujo para la mesa de los trabajadores.
Estas líneas que acá concluyen, se limitan esencialmente a describir una situación. Las conclusiones deberá sacarlas el lector, pero cabe preguntarse ¿dónde iremos a parar?

El Diario de Baradero

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