La joven e impetuosa Francia tendrá el domingo la oportunidad de convertirse en bicampeona mundial, veinte años después del título que la elevó a la categoría de selección de las grandes. Inglaterra o Croacia , que juegan mañana en Moscú, será el rival del equipo dirigido por Didier Deschamps, el capitán de aquellos «bleus» campeones en 1998.

El partido jugado en San Petersburgo prometía mucho, y no defraudó. De los 22 titulares que iniciaron el choque, 14 juegan en la Premier League: rivales que se conocen de memoria. Y Bélgica , que fue creciendo en confianza a partir de la milagrosa victoria sobre Japón, comenzó mandando en el partido. Pogba intentaba habilitar a Mbappé con pases largos, pero Courtois no tuvo verdaderos problemas en ese primer tiempo.

Pasados los 15 minutos iniciales, el dominio belga era clarísimo: un derechazo de Harzard, primero, y un zurdazo de Alderwerield que Lloris sacó cuando iba al gol pusieron a prueba al arquero galo. Francia estaba aprisionada en su campo, y Bélgica, por juego e imagen, nunca había estado tan cerca de la final del Mundial en su historia.

Francia se pone en ventaja ante Bélgica con gol de Umtiti
Francia se pone en ventaja ante Bélgica con gol de Umtiti Fuente: Reuters

El equipo de Deschamps sólo generó peligro en una corrida de Mbappé, mientras que Bélgica encontraba los caminos con Hazard por la izquierda. ¿Qué hacía Hazard? Nada, apenas todo bien. Y aunque el control era del equipo de Roberto Martínez, el 0-0 no impedía la sensación de partidazo en San Petersburgo. No era sorpresa, Francia y Bélgica son dos equipos plenos de cambios de ritmo, con los jugadores sabiendo de memoria dónde pararse y cómo moverse, tanto con la pelota como a la hora de recuperarla.

Courtous bromeó con sus rivales en el túnel, antes de volver a la cancha en el segundo tiempo, pero no fue broma cuando, tras un corner de Griezmann desde la derecha, Umtiti le ganó en el salto de Fellaini para cruzar un cabezazo que dejó inerme al arquero belga. No fue sorpresa que el gol llegara por la vía de la pelota parada: el 26,6 por ciento de los tantos anotados en Rusia son producto de corners o tiros libres.

Y tampoco fue sorpresa que Griezmann fuera parte del asunto: participó en cinco de los 10 goles anotados por Francia en el Mundial. Tres los hizo él y en otros dos dio la asistencia.

El 1-0 francés hundió a Bélgica, que a punto estuvo de sufrir otro gol tras un delicioso pase de taco de Mbappé a Giroud, cuyo tiro fue bloqueado por Dembelé. Hazard no sólo se había diluido, sino que recibió incluso una amarilla.

De a poco, los «diablos rojos» comenzaron a absorber el golpe y a recuperar la pelota. Fellaini pudo reivindicarse a los 65′ con un cabezazo que se fue cerca del palo de Lloris. En el banco, Martínez se entusiasmaba y arengaba a sus jugadores. Ese mismo banco en el que Thierry Henry, su mano derecha, no podía sino tener sensaciones altamente extrañas: su país, el mismo con el que 20 años atrás fue campeón como compañero de Deschamps, estaba por llegar a la tercera final de su historia. Normalmente se hubiera alegrado, pero lo suyo esta ve pasaba por llevar a la final a Bélgica.

Hazard apretó los dientes para mostrar rebeldía e intentar levantar a Bélgica. El «10» sufrió una fuerte falta de Varane, pero la pelota fue a los pies de Witsel, que lanzó un misil bien despejado por un despierto Lloris.

Los hinchas franceses celebraban en la muy fresca noche sobre el Báltico y los belgas se resignaban mientras los «bleus» amenazaban con el 2-0. Treinta y dos años después de estrellarse ante la Argentina de Maradona, una nueva semifinal les daba a espalda.

Los «bleus», en cambio, tendrán el domingo una doble oportunidad. La de repetir el éxito de 1998, claro, pero también la de clausurar una historia mal cerrada 12 años atrás, cuando tenía la final ante Italia en sus manos y un cabezazo de Zinedine Zidane a Marco Materazzi cambió todo. El título se fue para la «azzurra» y nadie sabe hoy a ciencia cierta qué sucedió, qué pasó por la cabeza de Zizou. Esta semana, ante Inglaterra o Croacia, los «bleus» tienen la puerta abierta para enterrar esa vergüenza y ponerse, con dos títulos, a la altura de la Argentina.

La Nación

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