Era, quizás, la esquina más significativa del Baradero histórico; el tipo de construcción, el lugar geográfico que ocupaba y su especial pasado lo destacaban. Bajo su techo hallaron cobijo y sustento marinos genoveses, personajes históricos de Baradero, en especial del «bajo» y hasta el poeta ciego, Jorge Luis Borges, lo visitó confesando que sentía una especial sensación al estar rodeado de las gruesas paredes, asentadas en barro, del mítico bar.
El paso de los años, muchos, la escasez a nulidad de un mantenimiento adecuado y, por qué no, la falta de una decisión política adecuada para preservarlo del deterioro inevitable al que estaba expuesto, hicieron que una mañana los vecinos nos despertáramos con la novedad que una buena parte de «El Portuario», se había derrumbado.
Las autoridades se hicieron cruces, se habló mucho de desidia, descuido y se prometieron sanciones, pero el tiempo ha seguido su marcha y nada ha cambiadoen ese sentido. Allí está, derruida, una de las construcciones más emblemáticas de la ciudad a la espera de que alguna vez haya dinero y especialmente decisión de restaurarla.
No son estos tiempos, por desgracia, los más indicados para destinar cualquier esfuerzo pecuniario a ninguna otra cosa que no sea en procura de aliviar los muchos males que aquejan a los sectores más castigados de nuestro pueblo; pero como no hay mal que dure cien años y los nuestros tal vez se terminen en breve, hay que renovar la esperanza y creer firmemente que un día los vecinos de Baradero volveremos a tener, como hasta hace unos años, el Bar «El Portuario».

El Diario de Baradero

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