Este miércoles, a las 18.30, habrá una nueva marcha en la plaza de Río Tala para pedir justicia por la muerte de Emanuel Hernández y Pablo Fernández, los adolescentes de 15 y 16 años que chocaron en moto cuando cruzaron de carril en la ruta 9, el sábado antes de la medianoche, y fueron embestidos por una camioneta.

Aunque en el pueblo circula una versión acerca de que los fallecidos habrían sido alcanzados por balas de la policía –se dijo que uno de ellos tenía un orificio de entrada y salida en espalda y pecho–, la autopsia «es concluyente, no hay ninguna herida de bala. Por ahora sólo se investigan las circunstancias”, informaron desde Fiscalía el lunes, cuando ya tomaban declaraciones en el marco de la investigación.

El lunes tuvo lugar la primera marcha, encabezada por familiares y amigos de los chicos fallecidos, que recriminaron a la policía del pueblo su accionar, frente al destacamento. Antes de la manifestación, en la casa de uno de los chicos, protagonistas de esa noche y sus padres dialogaron con La Opinión.

MARCHATALA

Según contaron, esa noche iban a un encuentro de motos en Baradero. Eran 14 adolescentes de entre 13 y 17 años, en cuatro motos y un auto. Pararon a cargar nafta en la estación de servicio ubicada en ruta 9, carril Buenos Aires – Rosario, y siguieron marcha. «Cuando subieron al puente, los empezaron a perseguir. Ahí empezaron los tiros», aseguró el padre de uno de los chicos que estaba en el grupo.

En una de las motos iban Emmanuel Hernández y Pablo Fernández. En otra, un joven cuyo padre incendió el rodado cuando él llegó a su casa. En una tercera, otro adolescente, que huyó junto con él. En una cuarta, un muchacho, con su novia embarazada, que cuando comenzó la persecución se fue por la autopista, en contramano, hasta un conocido establecimiento rural talense para luego, más tarde, ir hacia la casa de uno de sus amigos a avisar que algo había sucedido.

El relato coincide en señalar que los jóvenes «se asustaron cuando empezaron los tiros». Por eso cruzaron de carril. Adelante iba el que quemó su vehículo, que logró cruzar. Detrás de él, la otra moto patinó en el barro y cuando la aceleraron salió hacia la calzada, donde se encontró con la camioneta Renault Duster que los embistió.

DUSTERACCIDENTE

Cuando La Opinión llegó a su casa, el joven cuyo padre incendió la moto estaba estudiando. Descalzo, tenía una venda verde en el pie derecho. Su familia mostró una foto en la que se veía la herida, que aseguran, es de bala. «Plomo les tiraban», dijeron.

El muchacho contó que nunca se había asustado tanto en su vida. «Me puse todo duro y aceleré. Se escuchaban los tiros», dijo. «El tiro pegó en el motor, rebotó y le pegó a él», contó su padre, quien aseguró que en el Centro de Salud de Río Tala, donde lo asistieron, dejaron asentado que había sido herido en un «enfrentamiento». «¿Qué enfrentamiento, si estos pibes no andan armados, de qué hablan?», se quejó.

Ese padre, antes de encontrarse con su hijo, fue a la zona del accidente, porque le habían avisado. Llegó pensando que entre los fallecidos estaba él.»Lo tenía enfrente y creía que era el pibe mío, quedé en shock», recordó. Luego le dijeron quiénes eran las víctimas fatales. Regresó a su casa, donde estaba su hijo y un grupo de amigos, la mayoría protagonistas de lo que había sucedido.

Sobre la moto incendiada, dijo que «de la bronca» la prendió fuego, porque le tenía prohibido a su hijo que saliera a la ruta. Contó que en otra oportunidad, cuando le desobedeció, le arrastró otra moto que tenía «por todo el pueblo», atada al auto.

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En la escena del choque, la situación era caótica. Uno de los chicos, de 13 años, hermano de uno de los fallecidos, les contó a sus amigos que escuchaba los gritos y quiso ir a socorrer a su familiar cuando recibió una patada en las costillas por parte de un efectivo policial. Se reincorporó y corrió igual hacia la zona de donde provenían lo que describieron como verdaderos alaridos.

«Lo encontré yo, todo quebrado, al pibe de Fernández. Más adelante, tirado entre los pastos, estaba mi hermano», contó Ariel, el mayor de los hermanos de Emmanuel Hernández. «Yo llegué cinco minutos después del accidente, porque me avisaron que él se iba a Baradero y yo salí a buscarlo, en auto», relató y refirió que «la policía no hacía nada, la ambulancia fue y se volvió, no los tocó a los chicos. Levanté la cabeza de mi hermano y le agarré la mano. Ya estaba muerto».

“Quiero que salga limpio el nombre de mi hijo, porque dijeron que había salido a robar y no es así. Tengo 11 hijos y nunca entró ninguno a la comisaría”, dijo Osvaldo Hernández a La Opinión el lunes, cuando caía la tarde en Río Tala y unas 50 personas se reunieron en la plaza del pueblo, con pancartas y banderas, para manifestarse y pedir justicia.

Esa primera marcha la encabezó la madre de Emanuel Hernández. Esa mañana había enterrado a su hijo. Lloraba y les decía a los policías que “siempre lo molestaban”. Pasaba por los bancos de la plaza y decía que ahí faltaba él, que ya no montaría “su caballito”, que ya no tomaría mates con sus amigos bajo esos árboles, que ya no sería blanco de los señalamientos de la policía. “¿Qué le hicieron a mi chiquito?”, se preguntó ante el destacamento.

La Opinión San Pedro

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1 COMENTARIO

  1. situacion dudosa de los «chicos «entre comillas, porque andaban en una moto robada ?porque corrian sino habian hecho nada ? La policia es culpable de nuevo ? va a llegar el momento en que nadie te defendera.

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