Ana Zabaloy era una docente rural de San Antonio de Areco. Durante seis años fue directora de la escuela Nº 11 de esa localidad y durante ese período sufrió constantes fumigaciones junto a sus alumnos. En una de ellas, su cuerpo fue alcanzado por el producto 2,4-D, de alto impacto hacia la salud humana.

La docente se había curado de un cáncer de mama, pero tras haber estado expuesta a los distintos agroquímicos, su enfermedad volvió potenciada. El día en que Ana estuvo en contacto con ese producto, regresó a su casa con una parálisis fácil y eso derivó más tarde en insuficiencias respiratorias. Las consecuencias de salud la acompañaron hasta sus últimas horas.

Zabaloy fue una de las referentas de la Red de Docentes por la Vida, una organización que pelea para que los gobiernos de turno puedan limitar el uso de agroquímicos, así como también de leyes claras en cuanto a su uso y la prohibición de hacerlo cerca de establecimientos educativos

Las escuelas rurales de la provincia están sufriendo las consecuencias directas de la fumigación con agrotóxicos. Los chicos te cuentan cómo son fumigados en sus casas, constantemente. Es una realidad que afecta a todas las escuelas”, había manifestado la docente durante una entrevista.

“Me pasó llegar un día en una mañana de junio, entré a la escuela cargada de cosas, había un olor fuertísimo y los nenes identificaron que era el olor que desprendía el ´mosquito´”, contó la mujer, el día en que volvió a su casa enferma por la fumigación.

En una carta que difundió hace poco y publicó la Revista Cítrica, Zabaloy explicó que en la actualidad la “mayoría de las veces estamos solas en nuestros pueblos, enfrentando la indiferencia, la falta de compromiso de los que deberían cuidarnos, complicidades del poder político y hasta amenazas”

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