Sabe mi Padre en los cielos 
que me despojarán del día los treinta dineros;
llegaré al Gólgota, mi Calvario final, 
quebrando mi hombro el pesado madero.

Caminando en mis plantas sangrantes,
cuando azuza mi sien el espino,
sordo al alarido cargado de ofensas punzantes,
paso a paso voy hacia mi destino.

Inmóvil por clavos a un árbol en forma de cruz,
bebo el Cáliz de hiel que es mi trago asignado;
ciego estoy ya al atardecer de mi última luz,
cuando llega la cruel lanza a hurgar mi costado.

Mientras, fútil, la primera tormenta cristiana
se derrama postrera sobre mi mortal carne humana, 
brilla, inútil, el esplendor de la Gloria Romana
tejiendo el futuro en su histórico drama.

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New York City, jueves 27 de marzo de 2014

Ilustración: Lamento por el Cristo muerto, de Andrea Mantegna, circa 1480.

 

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