«Fue una de las cosas más lindas de mi vida. Amo el cine y el cine vino a mi pueblo. Ahora estoy tomando un curso para ser doble de riesgo». El que habla es David Melgarejo, de Baradero, a pocos kilómetros de Alsina, en la provincia de Buenos Aires. El pueblo de película. De la película La odisea de los giles, que la está rompiendo en su encuentro con los espectadores y que se filmó ahí, en esta localidad de dos mil habitantes, de unas pocas manzanas alrededor de un silo que hace años no sirve para nada.

El silo que se transformó en el eje de la historia (Foto: Mariana Mactas).
El silo que se transformó en el eje de la historia (Foto: Mariana Mactas).

A la hora de la siesta, en Alsina todo se para. Parece un pueblo fantasma, incluso en su único boulevard, asfaltado, si no fuera por los perros que juegan o dormitan al sol. Y por los chicos, que patean sus prolijas calles de tierra o cruzan en bicicleta. Ven gente de afuera, con cámaras, y se acercan curiosos, preguntones, sonrientes. «Ustedes, ¿también vienen por lo de la película?».

Guillermo Jakubowicz y Alejandro Gigena, los hermanos Gómez de la ficción, en la vieja estación de Alsina (Foto: Daniel Raichijk).
Guillermo Jakubowicz y Alejandro Gigena, los hermanos Gómez de la ficción, en la vieja estación de Alsina (Foto: Daniel Raichijk).

El director Alejandro Borensztein no debe haber imaginado, ni en sus sueños más inspirados, que había un lugar como este, nacido para el cine, fotogénico por donde se lo mire. La materialización de lo que estaba en las páginas de La noche de la Usina, la novela de Eduardo Sacheri en la que está basada la película. Así que, durante tres meses y medio, Ricardo y Chino Darín, Beto Brandoni, Rita Cortese, Daniel Aráoz, Verónica Llinás, Marco Antonio Caponi y el colombiano Andrés Parra, entre otros grandes actores, estuvieron instalados acá. Durmiendo en Baradero, comiendo las milanesas de Mari, en Lo de Pepa, el único bar restaurante del pueblo. Trabajando en sus escenas con la gente del pueblo como testigo, extra o hasta como improvisados productores.

David Melgarejo, vecino de Baradero y cinéfilo, trabajó como extra. Ahora cursa para ser doble de acción (Foto: Daniel Raichijk).
David Melgarejo, vecino de Baradero y cinéfilo, trabajó como extra. Ahora cursa para ser doble de acción (Foto: Daniel Raichijk).

Melgarejo se escapó del trabajo para hablar con nosotros. Porque fue uno de esos extras y quiere que la experiencia no se termine nunca. No es el único al que la llegada de La odisea le cambió un poco la vida. Para Esteban Cueco, que también viene desde Baradero en su moto, la llegada de la filmación fue, para Alsina, «como si hubiera llegado un ovni». «El pueblo estaba revolucionado -dice-. Nosotros respondimos al llamado para colaborar como extras, pero acá nadie hablaba de otra cosa. Ahora releo la novela, cada tanto, y miro lo que me rodea y lo veo de otra manera».

Para Esteban Cueco, que también fue extra, el rodaje fue un hecho insólito, "como si hubiera llegado un ovni" (Foto: Daniel Raichijk).
Para Esteban Cueco, que también fue extra, el rodaje fue un hecho insólito, «como si hubiera llegado un ovni» (Foto: Daniel Raichijk).

También se acerca Pocho (José Luis Coceres), que es de Alsina y ofició de algo así como productor local. Es que él se ocupa de cuidar el viejo silo, la mole metálica de La Metódica que alguna vez funcionó como cooperativa agrícola. Los lectores de Sacheri, y los cientos de miles que vieron la película, entienden la hermandad entre ficción y realidad. Pero eso fue hace más de seis años, cuando por fin dejó de funcionar y los yuyos, llenos de abrojos espinosos, empezaron a crecer alrededor. De sus depósitos, adornados con el nombre del pueblo, que se multiplica en los carteles de la vieja estación, salen unos brazos metálicos, tubos que servían para verter granos en los vagones del tren. Que por supuesto ya no pasa. O muy de vez en cuando, como extraviado.

La estación de Alsina, uno de los puntos clave del pueblo de dos mil habitantes (Foto:  Daniel Raichijk).
La estación de Alsina, uno de los puntos clave del pueblo de dos mil habitantes (Foto: Daniel Raichijk).

La vía muerta, el silo vacío, valen como metáfora obvia de ese estado de crisis permanente argentino, el lienzo sobre el que Sacheri imaginó a sus personajes. Ningunos giles: capaces de pergeñar una salida al corralito que, en 2001, se quedó con sus esforzados ahorros. Pero Alsina, de pronto, desmiente a la melancolía. Se celebra el día del niño ahí, al lado de la vía, en el boulevard que es como un parque.

Una vista de Alsina, a la siesta (Foto: Mariana Mactas).
Una vista de Alsina, a la siesta (Foto: Mariana Mactas).

Y no van a dejar pasar la oportunidad, la presencia de los dos actores que nos acompañaron. Guillermo Jacubowicz y Alejandro Gigena pudieron hacerse el tiempo para volver a Alsina para esta nota. Se lo habíamos pedido a la productora especialmente: la gente sale del cine hablando de ellos. Son, como dicen los críticos del norte, el comic relief del film, la válvula de escape, el humor. Dos hermanos que viven puerta a puerta en dos casitas iguales y están fascinados por sus flamantes teléfonos celulares, de los de tapa. «Estos son dos boludos», dice de ellos Fontana, el anarco, el personaje de Luis Brandoni.

Alejandro Gigena y Guillermo Jakubowicz, los hermanos Gómez en la ficción: celebridades en Alsina (Foto: Mariana Mactas).
Alejandro Gigena y Guillermo Jakubowicz, los hermanos Gómez en la ficción: celebridades en Alsina (Foto: Mariana Mactas).

Se ha dicho que son el hallazgo de casting (a cargo de Iair Said y Katia Szechtman) de la película, y a ellos les da risa. Pero sí, algo pasó ahí cuando fueron a la prueba y los llamaron para una segunda instancia. Y la hicieron juntos, y los hermanos Gómez empezaron a respirar como sus personajes. Volver a Alsina, se les nota en la mirada, es un abrumador viaje hacia lindos recuerdos. Por una de esas casualidades, celebran hoy el día del niño, y el boulevard, pegado a la vía, se llena de chicos, de inflables, de batucadas, de viandas repartidas en cajas de cartón. La gente, reunida, no deja pasar entonces la oportunidad de sumarlos al festejo. Y ellos toman el micrófono y agradecen, conmovidos: «Lo más lindo que nos pasó con esta película fue conocer Alsina».

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